12.5.05

Cellini

No está tan mal ser la última de la fiesta. Aquella noche, M. y yo habíamos estado poco sociables, metidas en nuestra nube mientras Él se preguntaba por qué M. no le hacía caso. En algún momento de la noche, debí sacar mi libreta negra, aún no sé muy bien para qué, y mientras nuestra conversación buscaba temas vanales, nos escribíamos mensajes ocultos que por inexperiencia no supe captar. Se nos acercó Cellini. Su presencia no había pasado desapercibida para M., y yo, despistada por naturaleza, no me fijé en él hasta que M. lo dijo. Camarero de uno de los bares de la zona, lo conocíamos de vista. Nos habló como si nos conociera, dibujó en mi libreta. Sonreía como a mí me gusta, con toda la cara, con los ojos. Como método de autoprotección, M. lo aceptó en el grupo. Llegado el momento de irnos del bar, Él me preguntó qué pasaba, no supe responderle. Terminamos los tres hablando de filosofía universal con una botella de cerveza y porros en una plaza a las cuatro de la mañana. Me quería ir, pensé que sobraba, pero M. me lo impidió. Amanecía cuando dejamos la plaza, acompañamos a M. hasta su casa y él y yo seguimos hacia nuestro barrio. Resultó que vivía a pocas manzanas de mi casa. No recuerdo si hablamos o no, supongo que sí, que diríamos muchísimas chorradas, pero ahora ya no importan. Al llegar a su portal, me invitó a subir, a que me tomara una copa, un café o un porro. Sí, porro sonaba bien, peli y porro, buen plan para una mañana aburrida. Me esperaban en casa a las diez, pero tenía tiempo. Se fue al baño y se puso unos pantalones para dormir, dejando a la vista un torso moldeado y definido. Una peli de submarinos, el primer porro, la cama preparada. 'Ponte cómoda' me dijo. 'Ya estoy cómoda'. Su pie rozó el mío. Dudé, pero las cosas estaban muy claras, no había más que lanzarse y aprovechar la noche. Lo besé, me acarició por encima de la camiseta, recorrió mi espalda. Cuando metió la mano por debajo de la camiseta y acarició la parte baja de mi espalda me derretí. Me coloqué encima suyo, acariciándole el cabello, deliciosamente suave. Me quitó la camiseta, pero al llegar al sujetador, no encontró el enganche, era un sujetador deportivo, así que lo ayudé, me lo quité yo misma. A media luz, vi su cara de sorpresa, 'joder' dijo '¡qué tetas más bonitas!' Fue la primera vez en mi vida que me sentí a gusto con mi pecho. Y se lo hice saber. Busqué mi placer en el suyo, esforzándome en comprender qué quería, qué le gustaba y cómo proporcionárselo. Y funcionó. Todo el placer que logré proporcionarle, me fue devuelto en el momento de la penetración. Tuve uno de los orgasmos más largos que recuerdo. Cuando acabamos, me lié otro porro, al poco se quedó dormido. Me vestí sin encender la luz, dejándome atrás las bragas y el sujetador y me fui sin despertarlo. Llegué a casa a las diez y diez. Ya me estaban esperando.